index de escritos sobre lo que puede ser el museo
desde el disenso pragmático y la imaginación radical

Despertar la urgencia: un museo que siempre sería otro

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Este texto reúne las ideas (aterrizadas) que compartí en la cuarta edición de Estrategias de Museología Social, programa de la Red Museística Provincial de Lugo. Los martes de mayo 2025 se abrió un espacio de diálogo alrededor del tema del Día Internacional de los Museos de 2025, “El futuro de los museos en comunidades en constante cambio”. Desde mi experiencia viviendo y trabajando en Estados Unidos, marcada por las condiciones y violencias ejercidas por la administración actual sobre personas migrantes, negras y disidentes, centré mi reflexión en la posibilidad de un museo situado y consciente de las urgencias del presente.

Agradezco enormemente a Encarna Lago, a Sergio Lago y a Ruth Sousa por esta segunda invitación, y a Mario Chagas por permitirme compartir el espacio con él.

La posibilidad, aquello que nos sostiene en el presente y lo que imaginamos que podrían llegar a ser las instituciones, se construye desde la condición y la conciencia de nuestra posición en el mundo. Por ello, para comenzar, quiero situar desde qué estado –de ánimo, de conciencia, de tensión– planteo la responsabilidad de los museos frente al fascismo.

Colaboro con The Empathetic Museum, una iniciativa en la que trabajamos en la reflexión, la capacitación, la conversación sobre la empatía institucional como una fuerza transformadora a favor de espacios antirracistas, justos y reparadores. Cada conversación que hemos sostenido este año ha estado atravesada por las políticas de la administración actual en Estados Unidos; y aunque mucho de ello tiene que ver con lo que ocurre dentro de las instituciones culturales, es aún más en el impacto extendido en la historia, en nuestros quehaceres, en las siguientes generaciones.

Conciencia, aceptación y acción

En las conversaciones del año pasado, cuando hablábamos de pensar en otro tiempo, mencioné el “séptimo principio”, un planteamiento de la Nación Iroquesa según el cual, en toda toma de decisiones, debe considerarse el legado de las siete generaciones anteriores y el impacto que nuestras acciones tendrán en las siete generaciones por venir.

Para The Empathetic Museum, este principio aplicado al museo no se trata de un solo momento de decisión, sino un continuo de sentido que requiere conciencia, aceptación y acción (Jennings et al., 2019). Retomo esta idea porque enmarca mucho de lo que se ha compartido en las conversaciones a lo largo del mes, y porque la ausencia de este proceso se vuelve especialmente visible cuando las instituciones entran en crisis:

  • Conciencia: Los museos y las instituciones culturales deben reconocer y entender cómo los ideales judeo-cristianos, heteronormativos, blancos, patriarcales, occidentales, han construido y permeado las instituciones para que tengan una visión monocultural y racista.
  • Aceptación: Implica asumir cómo estas estructuras han impactado a las comunidades, en las prácticas de contratación, en la negación de la memoria y en los procesos de gentrificación.
  • Acción: Pensar que nuestras instituciones pueden transformarse no es, como diría mi colega Ryan Hill, “cambiar un foco”. Es un proceso que requiere memoria, examen y reconciliación.

Mario Chagas (2009) se preguntaba si los museos estaban reprimidos y apresados o si podían romper el marco de las crisis económicas y políticas para contribuir a la construcción de otro mundo. Ese cuestionamiento da lugar a que lo que hoy les comparta sea quizá más un deseo, una posible imagen y algo de queja.

Desmemoria y otras formas de dominación

En Washington1, donde resido, 4.1% de las personas se consideran parte de una de las 29 naciones o pueblos originarios del territorio. Esto significa que el otro 96% somos migrantes o descendientes de migrantes. Entre el 4 y el 5%2 de la población es indocumentada. Tan solo en 2022, este último grupo aportó cerca de mil millones de dólares en impuestos estatales y dos mil millones en federales3.

Aun así, la política migratoria de Tr*mp ha sido una de las más crueles y agresivas de la historia reciente. En las primeras semanas de su administración, el zar de migración, Tom Homan, declaró que las deportaciones no avanzaban con la rapidez esperada porque no habían previsto encontrarse con comunidades fuertes, conscientes de sus derechos. A pesar de su intención de deportar personas –migrantes y ciudadanas– como “paquetes de Amazon Prime”, los vecindarios, las iglesias, las tiendas locales, las escuelas, los hospitales han intentado protegerse y cerrar sus puertas a la policía migratoria (ICE, “la migra”). Y es que, ante políticas fascistas, una comunidad crítica que imagina y se ayuda es el mejor antídoto.

Lo que quiere el presidente es fracturar esos vínculos, silenciar el disenso callando a la prensa y controlando las prácticas culturales. A este régimen no le interesa la neutralidad: si las instituciones no sirven como propaganda, entonces son una amenaza. En su política de la desmemoria, llama a remover “la ideología antiamericana”4 de exposiciones, museos, organizaciones sin fines de lucro y de programas de financiamiento5. Lo que está haciendo es restringir el acceso, no solo el físico o normativo, sino el acceso al pensamiento crítico, a la posibilidad de que existan comunidades que dudan, empatizan y se sostienen mutuamente.

Este tipo de vigilancia no es un invento de esta administración, sino una obsesión de la autocracia. Estas violencias han sido ejercidas sobre las personas negras y de naciones originarias por siglos. Pero es la narrativa del excepcionalismo estadounidense que adormeció la urgencia. Por eso, retomo cómo esa premura habita en otros espacios, en diferentes formas de estar juntxs y hacer memoria. A veces suceden en el marco del museo –y eso es bueno para la institución– pero que suceda, de cualquier forma, es bueno para nosotrxs.

75% del tiempo construyendo el mundo que queremos

En los primeros meses de la pandemia, en mi vecindario Capitol Hill, en respuesta a la violencia policial y a las políticas del primer término de Tr*mp, se levantó una protesta organizada. Seguramente recordará muchas otras porque representa esa forma de reunión basada en la gran amenaza que es el apoyo mutuo.

Antes de continuar, quiero hacer una nota sobre el número de personas que habitamos Capitol Hill (32 144), que es nada comparado con las cifras oficiales y extra oficiales del número de personas asesinadas en Gaza (que van desde 70 100 personas hasta 680 000)6. Mi vecindario y otros más ya hubieran desaparecido. Tan sólo en nuestro rol como profesionales de la cultura, exigir una Palestina libre, en la representación de la liberación de todo pueblo ocupado y colonizado, debería interpelarnos como un acto de memoria viva, y también en cómo gestionamos el silencio (volviéndonos cómplices), los actos de solidaridad y los espacios sociales.  

En 2020, tras el asesinato de George Floyd a manos del policía Derek Chauvin7, el movimiento Black Lives Matter resurgió con fuerza. En mi vecindario, las protestas se concentraron frente al precinto policial, que respondió con una violencia desmedida. Pronto los policías abandonaron el edificio, y lxs manifestantes instalaron casas de campaña, redactaron una lista de demandas –entre ellas recortar un 50% del presupuesto policial y redistribuirlo a programas comunitarios– y fundaron la “Zona Autónoma” o “Protesta Organizada de Capitol Hill” (CHOP).

La protesta nació de la lucha contra la violencia estructural, pero pronto se transformó en una práctica de cuidado y mutualidad: Se levantó un cartel sobre el precinto “este espacio es ahora propiedad de la gente de Seattle”, lxs artistas locales pintaron las barricadas y los muros, cualquier persona podía tomar el micrófono y hablar, las decisiones se llevaban a cabo en consenso, voluntarixs armaron puestos en los que se ofrecían comida preparada y despensas, había una carpa dedicada al cuidado médico gratuito, incluyendo pruebas COVID, había círculos de conversación sobre temas de justicia social (Healing Justice Space) y se hizo un jardín comunitario en el que había cerca de 50 especies de plantas.

Quien fuera líder de los Black Panther en Seattle, Aaron Dixon, decía que debíamos pasar “25% desmantelando el sistema y 75% construyendo el mundo que queremos ver”. Mientras iba sucediendo ese trabajo, las bibliotecas se mantuvieron abiertas, y los museos cerrados, sin declaración alguna, sin disputar la memoria presente o el intercambio de narrativas, y sin cumplir esas funciones que en definición dicen tener.

Por la amenaza de Tr*mp de enviar al ejército y por las quejas de comercios cercanos, CHOP fue desmantelado8. Pero durante un mes, aún con helicópteros rondando y el alarmismo mediático, dicho por la comunidad: Capitol Hill fue uno de los lugares más libres de Estados Unidos.

Ahora, este movimiento ya no está sucediendo a la luz de los medios masivos, intentando convencer al Estado. Persiste en las conversaciones en los parques, en las reuniones de Zoom, en las redes de apoyo mutuo del vecindario, en los boicots a los negocios que traicionan a la gente por un beneficio comercial. Los museos de Seattle van llegando tarde, apenas dándose cuenta de que la necropolítica y la desmemoria de hace 5 años, y que hoy recrudece, también les afectaba.

CHOP planteó otra forma de estar en la ciudad, recordando constantemente el axioma zapatista “otro mundo es posible”, donde quepan muchos otros mundos diferentes. Y es que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas nos ha enseñado que en comunidad podemos decidir, construir y sostener otras formas de estar juntxs. No se trata de conquistar el Estado o convencer a un sistema de que somos necesarixs, sino de luchar por las libertades propias y de otrxs, al tiempo que se rechaza ese marco o identidad a la que nos han hecho creer que pertenecemos.

Otro museo es posible

La posibilidad de los museos y de las instituciones culturales está precisamente en acompañar, amplificar, sostener esos lazos de pertenencia, solidaridad y cuidado mutuo; en sostener ese otro mundo posible.

Lo que tiene que hacer el museo es perder el miedo. En The Empathetic Museum (2019) hemos observado que una de las principales razones –si no es que la principal– por la que los museos no cambian es por miedo: al trabajo colaborativo, a decir la verdad, a evidenciar una postura, a ya no ser lo que siempre han sido. Pero si el museo no participa en la construcción de memoria en una crisis tan profunda que el sistema actual es incapaz de resolver, si no reconoce su valor (lejos del Estado y de la élite), si no es atrevido y aguerrido, las personas vamos a ir a hacer todo eso en otro lado (como fue CHOP).

La posibilidad de cambio está en que ese temor se convierta en rabia. Para Gloria Anzaldúa (1987), no basta con hacer preguntas desde la orilla, esa transformación –que es también sanación colectiva– requiere “poner las manos en la masa y no solamente pensar o hablar de hacer tortillas”, requiere tiempo, cruzar el río y ensuciarse en “actos políticos, espirituales, prácticos y encarnados”.  Muchos museos, hasta hoy, no han querido ensuciarse. Pero si quieren que la comunidad los rescate, eso es precisamente lo que van a tener que hacer.

Entonces, ¿qué es lo que yo desearía para el museo?

  • Que se transforme en el lugar que puede ser
  • Que desborde la forma, que se descentre, y que recentre
  • Que note quién falta
  • Que sea un contrarrollos, que no le vayan los discursos dominantes del Estado, de la élite y todos esos faltos de sustancia, que se libere de ellos
  • En el que no obedezcamos por adelantado (Snyder, 2017)
  • En el que podamos hablar alto
  • Donde podamos decir la(s) verdad(es), por muy incómodo que sea
  • En el que lo afectivo sea una condición política del encuentro
  • En el que estemos acompañades en nuestras luchas, que no nos deje solxs
  • En donde nos sintamos albergades, aún en contradicción
  • Que honre el saber situado, el rumor, lo que sucede en la cocina, en el jardín, en la protesta
  • Que interrumpa
  • Que reconcilie
  • Que sea un pasadizo, un subterráneo, una ruta de escape, que no se quede quieto
  • Que sea más que un ancla que nos detiene, que sea un intersticio, no tanto como un intermedio, sino como estos espacios fugitivos que pasamos por alto pero que están cargados de sentido y potencia

Desde la lucha, el cruce, el temblor, la rabia, es que podemos hacer museo. O dejar que el museo se vuelva otra cosa. Porque otro museo es posible. Y otro mundo también.

Más información sobre Estrategias de Museología Social en:

Referencias

Anzaldúa, G. (1987). Borderlands/La Frontera: The New Mestiza. Aunt Lute Books.

Chagas, M. (2009). Los museos en el marco de la crisis. Museos.es: Revista de La Subdirección General de Museos Estatales, 5-6, 86–101.

Jennings, G., Cullen, J., Bryant, J., Bryant‐Greenwell, K., Mann, S., Hove, C., & Zepeda, N. (2019). The Empathetic Museum: A New Institutional Identity. Curator: The Museum Journal, 62(4), 505–526. https://doi.org/10.1111/cura.12335

Snyder, T. (2017). On Tyranny: Twenty Lessons from the Twentieth Century. Crown/Penguin Random House.


  1. Me encuentro en Seattle, territorio de las personas Salish, específicamente en la nación Duwamish, que a pesar del genocidio sobre su gente, pasado y presente, siguen resguardando las tierras y aguas de la región. ↩︎
  2. Los porcentajes y número de personas varían según los estudios, pero el dato de 4%, considerando 288 900 personas, proviene del American Immigration Council: https://map.americanimmigrationcouncil.org. Otro número importante a considerar es el porcentaje de 23.8%, población del estado que en 2020 se identificaba perteneciente a una “minoría” étnica o racial, incluyendo personas negras, afrodescendientes, de herencia asiática o de las islas del Pacífico, de pueblos originarios, latinos, o multirraciales. Ese número seguramente al día de hoy habrá crecido por mucho. ↩︎
  3. Dato también del American Immigration Council. ↩︎
  4. Así llama a las prácticas vinculadas a la diversidad, equidad, inclusión y accesibilidad. ↩︎
  5. También ha intentado desmantelar el Intitute of Museum and Library Services (IMLS) lo que ha impactado la cancelación de programas, colaboraciones con escuelas, esfuerzos de conservación histórica, etcétera. ↩︎
  6. Let’s Talk Palestine ha hecho un gran trabajo condensando lo que ha significado el genocidio recrudecido desde el 7 de octubre de 2023: https://www.instagram.com/p/DPbQd8qjNlp/ (actualizado en octubre 2025) ↩︎
  7. Durante 9 minutos, Chauvin mantuvo su rodilla en el cuello de Geroge Floyd, mientras esposado suplicaba por respirar. ↩︎
  8. Lo que queda hoy es un gran mural y algunas denuncias pintadas en los callejones. ↩︎